Evaluación de calidad de la vegetación ribereña para el diseño de estrategias de restauración en el río Tacotalpa, Tabasco, México.
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Resumen
La vegetación ribereña ha sido fuertemente alterada por el cambio del uso de suelo a nivel
mundial (Tanaka et al., 2016). Estas alteraciones han favorecido la fragmentación de estos
ecosistemas, generando pérdida de biodiversidad, de estructura, de conectividad, de cobertura
vegetal y la degradación del suelo; afectando a los servicios ecosistémicos de las áreas
ribereñas (Fernández et al., 2009). En muchas regiones tropicales y subtropicales del mundo
los bosques son transformados en áreas ganaderas (Vásquez et al., 2015). De acuerdo a
Barba-Macías (2006), en Tabasco, la vegetación ribereña representa el 1.37 % de la superficie
total de humedales (27.76 %); de ellos, el 0.74 % se encuentra en la Sierra de Tabasqueña.
En la sierra de Tabasco, el ecosistema ribereño se encuentra muy fragmentado, debido a las
diferentes actividades humanas, donde solo en las partes altas, con pendientes pronunciadas
existe cobertura original; mientras que las áreas bajas se encuentran principalmente cubiertas
por pastizales, cultivos y vegetación secundaria (Zavala-Cruz et al., 2011).
La pérdida de vegetación original en las riberas provoca consecuencias ambientales, tales
como la arrastre de sedimentos y contaminantes provenientes de la actividad agrícola en los
ambientes acuáticos (Feijoó, et al., 2012), generando disminución en la diversidad de hábitats
y en los organismos que los habitan. Por lo tanto, es necesario que se proponen estrategias
de restauración ecológica para su recuperación en zonas con mayor alteración. El primer paso
para generar estrategias de recuperación de un ecosistema consiste en evaluar la situación
actual del ecosistema (Posada y Arroyave, 2015). Un método usado para este análisis es el
Índice de Calidad del Bosque de Ribera; QBR por las siglas en catalán Qualitat del Bosc de
Ribera (Munné et al., 2003). Según Munné et al. (2003) el QBR fue desarrollado para evaluar
la calidad de ecosistemas ribereños en ríos tomando en cuenta cuatro aspectos principales: el
grado, la estructura, la calidad de cobertura vegetal natural y el grado de alteración del canal
fluvial (Anexo 1). El primero (grado de cobertura de vegetal natural), consiste en la calidad del
ecosistema ribereño que disminuye conforme se pierde la vegetación nativa y la conectividad con los ecosistemas adyacentes. El segundo evalúa la estructura de la cobertura vegetal,
mediante el análisis de similitud entre la cobertura vegetal existente en la zona de ribera. El
tercero evalúa la calidad de la cobertura vegetal, específicamente a su naturalidad y
complejidad. La naturalidad está relacionada con las especies de árboles nativos que se
encuentra en una situación sin alteración de ribera, y la complejidad incluye diferentes
elementos como la continuidad a lo largo del río de las comunidades vegetales naturales, la
disposición en galería de las diferentes comunidades o la existencia de distintas especies
arbóreas y arbustivas (Munné et al., 2003). El último atributo, califica el nivel de alteración del
cauce fluvial, teniendo en cuenta tanto el lecho de la corriente, como también, las alteraciones
en las riberas (Posada y Arroyave, 2015). González y García, (2011) manifiesta que el QBR
se puede ajustar según las condiciones de un sitio determinado.
La vegetación ribereña se identifica por presentar árboles distribuidos de forma lineal en los
ríos y arroyos (Sunil et al., 2010), formando un ecotono entre el área acuático y el terrestre
(Santos, 2010). Estas características del área ribereña proporcionan una alta diversidad de
especies de plantas y animales, así como numerosos procesos biológicos y físicos (Meli,
2014). Las múltiples funciones que ofrecen los ecosistemas ribereños hacen que sea
trascendental considerar la definición de la Ley de Aguas Nacionales (Diario Oficial de la
federación, 2016) con el artículo 3 de la Fracción XLVII, donde son consideradas “ribera o zona
federal” las fajas de 10 m de anchura al cauce de las corrientes o al vaso de los depósitos de
propiedad nacional, medida horizontalmente a partir del nivel de aguas máximas
extraordinarias. La amplitud de la ribera o zona federal será de cinco metros en los cauces con
una anchura no mayor de cinco metros. En los ríos, estas fajas se delimitarán a partir de 100
metros río arriba, contados desde la desembocadura de éstos en el mar. No obstante, para
mantener su funcionalidad, altos niveles de biodiversidad y que cumpla el papel del corredor
biológico debe tener una anchura mínima de 30 metros para asegurar la conservación de
vegetación ribereña (Posada y Arroyave, 2015).