Cálculo del valor económico del servicio ecosistémico de regulación de inundación: Vaso Cencali, Villahermosa, Tabasco, México.
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Las ciudades dependen de un ambiente natural saludable que le provea una cantidad de beneficios
conocidos como servicios ecosistémicos. Algunos ejemplos de estos incluyen agua para beber, aire
limpio, alimentos saludables y protección contra inundaciones. La carencia de información,
comprensión y planeación afectan en las decisiones respecto al ambiente, esto puede guiar a la
pérdida de beneficios de los servicios ecosistémicos. Desde un punto de vista económico significa
un uso sub-óptimo del capital natural, resultando en pérdida innecesaria del bienestar, costo para
las ciudades y disminución de oportunidades de negocios (TEEB, 2011).
Cada año más de 200 millones de personas son afectadas por sequías, inundaciones, tormentas
tropicales, terremotos, incendios forestales y otras amenazas. De todos los fenómenos naturales,
las inundaciones son quizás el tipo de desastre más frecuente y uno de los más destructores. En los
últimos 50 años el registro estadístico de las inundaciones se ha multiplicado por factores de cinco
y diez; hoy se observan inundaciones 10 veces más que hace 50 años y 5 veces más que hace sólo
10 años (CONAGUA, 2011). Los humedales disminuyen la naturaleza destructiva de las inundaciones
y por lo tanto, la pérdida de éstos aumenta los riesgos de inundaciones. Los humedales como las
llanuras de inundación, lagos y embalses, son las principales fuentes de control potencial de
inundaciones en sistemas de aguas continentales. Cerca de 2,000 millones de personas viven en
áreas de alto riesgo de inundaciones, un riesgo que aumentará si los humedales son eliminados o
degradados (EM, 2005).
El deterioro ambiental generado por acciones antrópicas en las cuencas hidrográficas ha limitado la
capacidad de los ecosistemas para proporcionar bienes y servicios o ser resilientes a los impactos
del cambio climático, por ejemplo, la regulación de inundaciones, provisión de agua y alimentos,
conservación del suelo, entre otros (Polo, 2014).
El año 2007 marcó un hito en la historia de los desastres en México, en primer lugar, porque se
superó la cifra de daños registrados en el año 2005 con la presencia de los huracanes Emily, Stan y
Wilma, que sumaron 4,248 millones de dólares y en segundo lugar, porque se presentó uno de los
mayores desastres de los últimos veinte años, como fueron las inundaciones de Tabasco provocadas
por el frente frío número cuatro, en las cuales tres cuartas parte del territorio del estado quedaron
bajo el agua. La repercusión económica por la ocurrencia de los desastres en el 2007 ascendió a
50,644 millones de pesos, es decir 4,633 millones de dólares. Sólo las inundaciones de Tabasco
representaron 31 mil 871 millones de pesos, igual al 63% del total de los daños computados;
fenómeno que, por la cantidad de perjuicios registrados, es el segundo más importante en la época
moderna, sólo por debajo del sismo de 1985 en la Ciudad de México y que se puede atribuir al
aumento de la vulnerabilidad, la cantidad de bienes expuestos de la población y los cambios
drásticos e inesperados de la naturaleza. La población afectada fue de 1’500,000 habitantes;
infraestructura dañada: 123,386 viviendas; 3,876 escuelas; 252 hospitales; 6,485 km de caminos; así
como 93,319 hectáreas de cultivos y pastizales. Dentro del sector social el que tuvo los mayores
daños fue el de vivienda con un monto de $2,526 millones de pesos (CENAPRED, 2009).
El uso de humedales y parques como importante componente del sistema de control de
inundaciones en una ciudad, no solo es recomendable sino muy viable. Al ubicar a los parques y áreas verdes cerca de las zonas de inundación de ríos y arroyos y otros sistemas de drenaje natural,
los planificadores pueden incrementar la superficie permeable disponible para captación de agua,
reducir las tasas de la velocidad de las corrientes (comparado con las superficies sin vegetación
como el asfalto) y eliminar daños a edificios y asentamientos humanos, que de otra manera podrían
haber sido construidos en el área (Sorensen et al, 1998).
Uno de los grandes retos para el desarrollo de las áreas urbanas de América Latina es, reducir la
exposición de los riesgos asociados a fenómenos hidrometeorológicos y climáticos y elaborar
alternativas de adaptación a la variabilidad y al cambio climático en el siglo XXI (CEPAL, 2003;
Tiessen, 2013).
Los servicios ecosistémicos se definen como los aspectos de los ecosistemas usados, de manera
activa o pasiva para producir bienestar humano, considerando que los servicios son fenómenos
ecológicos y que no necesariamente deben ser directamente utilizados; por lo tanto, los servicios
ambientales incluyen la estructura y función de los ecosistemas, los procesos y funciones que
pueden ser utilizados directa o indirectamente (EM,2005; Fisher et al, 2009; EPA, 2009).
La relación espacial entre las áreas que producen el servicio y las que lo reciben, pueden ser de tres
tipos: a) in situ, b) omni –direccional (en todas direcciones) o c) unidireccional, donde los servicios
benefician a un área debido a la dirección del flujo (Fisher et al, 2009).
Lo relevante en todo caso es entender que la desaparición de un ecosistema o en el mejor de los
casos, su degradación, implica la pérdida de capacidad del mismo para proveer determinados bienes
y prestar determinados servicios. Estos son mucho más importantes de lo que tiende a creerse
(Delacámara, 2008).
Es necesario hacer mayor énfasis en los servicios de regulación, no solo en los de provisión. La
planeación adecuada de las actividades productivas, la prevención de consecuencias negativas, la
incorporación de los costos ambientales en la obtención de los servicios, así como el mantenimiento
de la integridad de los ecosistemas y su biodiversidad son indispensables para asegurar el
mantenimiento de los servicios de regulación. Estos servicios son de fundamental importancia para
el bienestar humano, pero prácticamente no son considerados dentro de los esquemas de
desarrollo (Balvanera et al, 2009).
La valoración de los ecosistemas y sus servicios no debe ser entendida como un fin en sí mismo, sino
como una herramienta pragmática que busque la consideración de la naturaleza y los costos
asociados a su degradación dentro de la toma decisiones. El papel de la conceptualización de la
naturaleza en términos de capital natural y servicios, no debería buscar la suplantación de los
valores intrínsecos por los valores instrumentales como acicate para la conservación, sino la
complementariedad de los mismos, presentando argumentos conservacionistas en foros donde a
menudo han sido ignorados (Gómez-Baggethun y de Groot, 2007).
Lambert, 2003 en Penna et al, 2011; define a la valoración como la “asignación de un valor
cuantitativo y monetario a los bienes y servicios suministrados por los recursos o sistemas
ambientales, ya sea que se cuente o no con precios de mercado que nos puedan prestar asistencia.”
Estos métodos de Valoración Económica de los Servicios Ambientales VESA permiten encontrar un
indicador monetario del bienestar que percibe la sociedad por los bienes y servicios que proveen
los ecosistemas y los hace comparables con los demás bienes y servicios (Azqueta Oyarzun, 1994 en Penna et al, 2011). Por lo tanto, los métodos VESA permiten la consideración de esos bienes y
servicios en el proceso de toma de decisiones público y privado (Penna et al, 2011).
La elección de los métodos de VESA dependerá de la situación a estudiar y de la disponibilidad de
información y de recursos. Los resultados que se obtengan a partir tanto de métodos directos como
indirectos constituyen aproximaciones al valor económico de los servicios ambientales. En el caso
de los métodos indirectos, las valoraciones se derivan a partir de inferencias que se realizan de las
vinculaciones que existen entre bienes y servicios ambientales que no cuentan con un mercado y
bienes y servicios privados (Penna et al, 2011).
Las externalidades ambientales son sólo una clase particular de externalidades (o efectos externos).
No son más importantes que cualquier otro tipo de externalidad económica, pero no sería posible
encontrar argumentos racionales para justificar que lo son menos. Si se desea adoptar decisiones
más complejas y por lo tanto mejores, estas externalidades deberían ser debidamente cuantificadas
e incorporadas en el marco de un análisis costo-beneficio de las decisiones públicas o privadas de la
sociedad. A menudo se argumenta que el mayor obstáculo para incorporar estas externalidades en
el análisis económico de políticas públicas o decisiones privadas, tiene que ver con su dificultad para
ser valoradas monetariamente (Delacámara, 2008; EPA, 2009).
La valoración económica es un instrumento al servicio de la política ambiental mediante el cual se
pretende imputar valores económicos a los bienes y servicios ambientales. La valoración económica
resulta necesaria para lograr dos objetivos económicos prioritarios en todo sistema económico: la
eficiencia económica y el crecimiento sostenible (Herruzo, 2002).
La valoración económica puede ser una herramienta eficaz para poner el tema de los humedales en
las agendas de conservación y de desarrollo de quienes toman las decisiones. El concepto de
valoración económica total se ha convertido en uno de los marcos de acción más utilizados para
identificar y cuantificar la contribución de los servicios de los ecosistemas al bienestar humano.
Considerar el valor económico total de un humedal esencialmente significa considerar la totalidad
de sus características como un sistema integrado, sus reservas de recursos o bienes, flujos de
servicios ambientales y las propiedades del ecosistema en su conjunto. Esta información permite
considerar a los humedales como sistemas económicamente productivos, a la par con otros posibles
usos del suelo, recursos y fondos. Proporciona una base analítica ya que considera los pros y contra
y permite tomar las decisiones de manejo que más apoyan las aspiraciones y el bienestar de la gente.
Una amplia gama de métodos, que se implementan más allá del uso directo de los precios de
mercado, está disponible y en uso creciente para valorar los humedales (EM, 2005).
Hay una variedad de métodos que podrían usarse, el comité de la Agencia de Protección Ambiental
de los Estados Unidos, EPA, exige que sean legalmente permitidos y científicamente apropiados.
Algunos de los métodos considerados por el comité han sido usados extensamente en contextos y
decisiones específicas, otros son relativamente nuevos y en desarrollo. Los métodos difieren de
manera importante, los conceptos y fuentes, las técnicas empíricas y analíticas, los datos que
necesitan y las medidas que ellos generan, así como en la medida que ellos involucran a la gente
(EPA,2009).